Have Mercy

Many years ago I overheard someone say that the older we get, the faster time seems to pass. I have reached that point in life where I am more and more aware of how true that is. I was reminded of the quickening of time recently when thinking of Anne Pressly. Very few of our readers will know who she was, but the short story is that a native of South Carolina, this strikingly beautiful woman found herself in Little Rock as an anchor for one of the local affiliates. Her popularity grew with her talent, and as a professed Christian, was well respected by her fellow congregants.

The quick passage of time surprised me when I thought about her recently. And while it seems as though it was just a couple of years ago, a full thirteen years have passed since she was attacked in her home, and died shortly thereafter. The local press carried her story daily, and upon her passing, those who knew her well, hailed her, not only as a professional in her career as a journalist but as a Christian, so active in the practice of her faith.

I think of her often, even though I had never met her except on the evening newscast. But, I have had many opportunities to reference her, solely based on what her closest family and friends said about her devotion to Jesus Christ. And this is my conviction: as a Christian, when Anne first looked into the face of God, I cannot imagine her saying to God, “You get those who did this to me…you do to them what they did to me.” Instead, I imagine her looking into the face of the Lord and basking into the brilliance of His mercy. I am convinced she spoke to Him – more of mercy than of justice. For if the vision of looking into the face of God is everything we have been promised, how could we take vengeance into eternal life?

Time has passed. Thirteen years have passed since her death. Her family continues to mourn her passing. Her co-workers still think of her. Her Church community still misses her, and the man who attacked her will spend the rest of his life in prison. But her legacy is found in the repeated comments made by those who knew her best: she was a Christian, and she lived like one.

I have often found it interesting that when we speak to the Lord about ourselves, we speak of mercy. But when we speak about others, we speak of justice.
— Bishop Malone

I have often found it interesting that when we speak to the Lord about ourselves, we speak of mercy. But when we speak about others, we speak of justice. It’s a tough sell, I know, but there are no unresolved issues in heaven, and just as we constantly pray to God to shower His mercy upon us – I think Anne does that every day for the man who took her life, and then…I ask myself if there is anyone in my life from whom I am withholding mercy and forgiveness. As convinced as I am of what Anne experiences every day in looking into the face of a merciful God, so my prayer is that I never withhold from anyone the divine gift God so generously gives to me. I also pray that with time, I never forget the undeserved gift of His mercy for me, and the opportunities He gives me to share that with others.


Hace muchos años escuché a alguien decir que en cuanto más mayores nos hacemos, más rápido parece pasar el tiempo. He llegado a ese punto en la vida en el que soy cada vez más consciente de lo cierto que es esto. Pensando en lo acelerado que es el tiempo pensé en Anne Pressly. Muy pocos de nuestros lectores sabrán quién era, pero la historia corta es que, originalmente de Carolina del Sur, Ann era una mujer hermosa, presentadora de las noticias de televisión en Little Rock. Su popularidad creció con su talento y, como profesa cristiana, fue muy respetada por sus compañeros y por quien la rodeaba.

El rápido paso del tiempo me sorprendió hace poco cuando pensé en ella. Aunque parece que fue hace solo un par de años, han pasado trece años desde que fue atacada en su casa y murió poco después. La prensa local difundía su historia a diario y, tras su fallecimiento, quienes la conocían bien la recuerdan no solo como una profesional en su carrera como periodista, sino como una cristiana, tan activa en la práctica de su fe.

Pienso en ella seguido, aunque nunca la conocí en persona, excepto por las noticias de la tarde. He tenido muchas oportunidades de nombrarla, solamente basándome en lo que su familia y amigos decían sobre su devoción hacia Jesucristo. Y esta es mi convicción: como cristiana, cuando Anne se vio de frente al rostro de Dios, no me imagino diciéndole a Dios, “Ve y castiga a los que me hicieron esto… haz con ellos lo que ellos me hicieron a mi.” En su lugar, me la imagino viendo el rostro amoroso del Señor y maravillándose de su resplandor y de Su misericordia. Estoy convencido que ella habló con El – más de misericordia que de justicia. Porque si la visión de verse frente al rostro de Dios es todo lo que se nos ha prometido, ¿Cómo podemos tomar venganza en la vida eterna?

Como ha pasado el tiempo, ya trece años que falleció. Su familia continúa sufriendo por su muerte. Sus compañeros de trabajo todavía piensan en ella. Su comunidad eclesial la extraña, y el hombre que la atacó pasará el resto de su vida en la prisión. Su legacía está fundada en los comentarios que hacen todos aquellos que la conocían mejor: ella era cristiana, y así vivió, como cristiana.

Es interesante para mí que cuando le pedimos a Dios para nosotros mismos, le pedimos misericordia. Pero cuando hablamos de otros, le pedimos justicia. Es difícil, yo lo se, pero en el cielo ya no hay asuntos sin resolver, y así como le pedimos a Dios constantemente que derrame Su misericordia sobre nosotros – creo que Anne ya hace esto todos los días por el hombre que le quitó la vida, y entonces… me pregunto a mí mismo si hay alguien en mi vida a quien le estoy negando la misericordia y el perdón. Así como estoy de convencido que Anne experimenta todos los días viendo el rostro de un Dios misericordioso, así es mi oración de que yo nunca le niegue a nadie el regalo divino que Dios tan generosamente me da a mí. También oro para que con el pasar del tiempo, nunca olvide el regalo inmerecido de Su misericordia por mí y las oportunidades que Él me da de compartir con los demás.

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